Existe un miedo, oculto o no, que todas las personas tenemos: el de ser criticados o insultados. Ese miedo se multiplica cuando, encima, representas a una institución. Y más aún si esa institución se mueve en un ambiente notablemente marcado por personas lejanas ideológicamente de sus valores o llenas de prejuicios históricos contra ella. Es el caso de las personas que representan a la iglesia católica en las redes sociales, que en la actualidad son minoría en estas. Pero ¿se trata de trols o de críticos insatisfechos por su experiencia? Necesitamos aprender a distinguirlos porque no se deberían gestionar igual.
A los trols, ni agua ¿Y si se representa a una institución cuyo Maestro invita a poner la otra mejilla? ¿Cómo se entiende y se vive en las redes este consejo?
A los críticos con experiencias negativas, vamos a responderles e intentar conversar con ellos mientras nos dejen; la idea es limar asperezas, crear nuevas experiencias de encuentro. Pero ¿sin límites? ¿hasta dónde? El límite en todos los casos es claro: el respeto y la educación. No podemos conversar cuando el ruido es demasiado elevado. El objetivo también es claro: crear encuentros, humanizar las redes.
¿Se puede dialogar con el que piensa radicalmente diferente a uno? En un mundo globalizado parece estar de más la pregunta. La respuesta debería ser afirmativa, pero ¿cómo hacerlo? La práctica no es tan clara, ¿por qué? En Comunica2, dos religiosos, Daniel y Xiskya, responden a todos estos interrogantes.